España despierta ante el gran fraude de ley

El pueblo en su politicidad natural se ha echado a la calle
Es digna de mención positiva la reacción de un pueblo, base de la soberanía nacional, que se resiste a negociar el bien común, los intereses generales de todo el país, en favor de los intereses partidistas del gobierno de turno. Las manifestaciones en contra de la amnistía y el referéndum de autodeterminación han sido llamativas a lo largo de esta semana pasada, encontrando el calor de miles de personas que con sobresaliente seguimiento han arrimado el hombro con pasión en las calles de nuestras ciudades para que esta humillación al Estado Español no se perpetúe con el hecho de la investidura ilegítima e ilegal.
El pueblo en su politicidad natural se ha echado a la calle para aclamar la desdicha ignominiosa de un presidente del Gobierno de la Nación en funciones que ha aceptado quebrar el equilibrio constitucional con cesiones que atentan a la separación de los poderes del Estado y a la integridad territorial del conjunto de España como proyecto común de convivencia.
Creo que, a estas alturas, la crisis originada por la amnistía evidencia una manipulación de la constitución de 1978, más allá de la regulación y organización del poder desnudo, confundido con la política. La defensa del «orden» constitucional, solo será útil sí no se le pone freno dialéctico a las erróneas y dañinas interpretaciones populistas, que durante años han permitido con la aquiescencia de los poderes fácticos de la derecha e izquierda secesionista, no ponerles freno legal a los abusos de los males realizados, asimétricas competencias, dando lugar a los excesos que se están dando ante la impunidad de la sedición.
Son momentos críticos de descontento en la sociedad española ante los hechos acontecidos esta semana, porque de los mismos se extraen los instrumentos políticos para desestabilizar la unidad territorial y la soberanía nacional con la asunción de un constitucionalismo a la carta de las incoherencias independentistas, no aceptando las reglas democráticas del sistema que nos dimos en 1978 para pasar de un régimen político a otro con unas reglas morales aceptadas mediante consenso de las fuerzas parlamentarias que justificaron esa transición política, especialmente, no exenta de violencia terrorista etarra.
Pero actualmente, quebrados los últimos resquicios de esas reglas morales en el socialismo social democrático al recuperar su marxismo leninismo de 1931 y los grupos comunistas estalinistas maoístas e independentista nihilistas de derechas e izquierdas, no puedan asegurar un consenso alegal e inmoral la gobernabilidad de España, o sea, el ejercicio del poder en el reconocimiento del bien común y de la exigencia de la custodia de la convivencia de la comunidad cívico-política española para seguir avanzando como un proyecto común entre todos los españoles.
Las actuaciones llevadas por el PSOE, salvo excepciones, no pueden ser más que una corrupción de la ley, que exigirá reacción política y jurídica por parte del centro derecha y la derecha y también de la socialdemocracia, si queremos que España perviva constitucionalmente con ese sentido permanente ante la historia y ante la vida, y solucionar de una vez, que el verdadero problema no es que se emplee una lengua u otra, sino que se utilice esa lengua como ariete político mediante una dictadura lingüística como sucede en Cataluña.
No cabe más remedio que la investidura sea infructuosa por un sentido de amor a España, solo a España se le puede amar desde la unidad y como un proyecto común ante la Unión Europea y nuestros hermanos Iberoamericanos, y se convoquen elecciones generales con la clara idea, que hay que modificar esas leyes que permiten que una minoría territorial siga imponiendo con despotismo cantonal su criterio sobre el conjunto de españoles.
En conclusión, no permitamos electores lo ocurrido en 1934 en que como ahora, la traición de los partidos políticos, como el socialista, ha pospuesto la dignidad de España, su legado histórico, a sus intereses. Paz y Bien.
Rafael Leopoldo AGUILERA MARTÍNEZ