Sábado Santo y Tiempo Pascual
Antiguamente el Sábado Santo no se celebraba Misa en este día, en que la Iglesia viuda, guardaba riguroso luto a su divino Esposo, que yace en el sepulcro. Solo después del anochecer, el pueblo romano se congregaba en la Basílica de Letrán para celebrar la gran noche, la solemnísima vigilia de Pascua, cuyos ritos duraban hasta la madrugada.
Al alborear el domingo eran bautizados con toda pompa los catecúmenos, que, al ser sumergidos en las aguas regeneradoras, eran como sepultados con Cristo; y al surgir de debajo de las aguas, renacían a la vida sobrenatural, juntamente con Cristo, que a aquella hora resucitó del sepulcro a la vida inmortal y gloriosa.
La Misa que celebramos hoy es un anuncio anticipado de la Resurrección del Redentor. “Sí resucitasteis con Cristo, buscad las cosas celestiales”, nos dice san Pablo. Para significar esa renovación total la Iglesia bendice hoy el fuego y el incienso, el Cirio Pascual y las fuentes bautismales. Por eso en la liturgia de hoy se alude a la sacratísima noche, puesto que de noche se celebraban el Oficio y Misa que ahora anticipamos a la mañana-tarde del sábado. Por eso también son frecuentes las alusiones a los neófitos, que esta noche eran regenerados en el bautismo.
Esta Misa no tiene Introito, después de los Kiries de las Letanías, se canta el Gloria in excelsis. Concluida la Epístola, entona el sacerdote celebrante el Aleluya, y lo repite otras dos veces, levantando gradualmente la voz. El Coro lo repite cada vez y luego prosigue: Confesad al Señor, porque es bueno; porque su misericordia es eterna. Alabad al Señor todas las gentes; alabadle a una todos los pueblos.
El Señor verdaderamente ha resucitado, Aleluya. Tiempo Pascual. Son las palabras con que se nos anuncia el gran misterio. Todo este Tiempo litúrgico estará perfumado con la alegría de esta verdad fundamental del cristianismo: el triunfo de su divino Fundador sobre la muerte. Mientras Jesús more con su Iglesia en la tierra, resonará el canto del Aleluya repetidas veces y todos los textos de la Misa parafrasearán la misma sublime idea.
La alegría se dejará sentir en los acordes del órgano musical, colores de los ornamentos y demás particularidades del culto. Este Tiempo termina con la octava del Pentecostés, palabra que significa cincuentena, ocho semanas, desde el Sábado Santo hasta el domingo de la Santísima Trinidad. La festividad del divino Espíritu, la venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles y María Santísima, y el nacimiento y primera manifestación de la Iglesia, completa la obra personal de Dios, cierra el ciclo litúrgico de la Pascua.
Y el Domingo de Resurrección, Dominica de Resurrección, es la solemnidad de las solemnidades. Con la muerte de Jesús nos probó su amor y con su Resurrección la autenticidad de su misión divina. Su victoria sobre la muerte es, asimismo, prenda de nuestra resurrección, como dice san Pablo. Gocémonos del triunfo del Hombre Dios, y, desprendidos de lo terreno, sigámosle en su vida celestial.
La Liturgia pascual es un anticipo de las alegrías a donde deberíamos caminar los creyentes a pesar de las elevadas tribulaciones de este momento histórico; el jubiloso Aleluya que continuamente resuenan en nuestras iglesias, en nuestras sedes canónicas de las Hermandades y Cofradías penitencia, sacramentales y de gloria, y otras asociaciones pías, desde el Sábado in Albis.
Como nos dijo en el sermón de la Cena del Señor del Jueves Santo en la Catedral de la Encarnación, Monseñor González Montes, ante la situación actual de crisis de fe en el misterio de la Eucaristía, que es coincidente con una sociedad que ha perdido la fe en la Iglesia y se mantiene alejada de la práctica religiosa, pidamos con el corazón, el alma y la razón a Jesús que alimente nuestra fe, como piadoso regalo de Pascua, el espíritu de caridad fraterna para todos los que nos sentamos al mismo banquete eucarístico, aunque sea vía Internet por las restricciones sanitarias, cumplidas las profecías que anunciaban su resurrección, vencida la muerte y abierta para nosotros la entrada a la gloria.