¡Atracadores y antipatriotas!
Joseph Joubert ( 1.754–1.824), moralista y ensayista francés, gran amigo del escritor y diplomático Chateaubriend, colaboró al principio con la Revolución, pero pronto, a causa de los excesos de su primera etapa, se desilusionó del ideal revolucionario como, por cierto, les sucedió a tantos otros que habían puesto sus ilusiones en aquel levantamiento popular. En su obra más exitosa, publicada póstumamente, “Pensamientos” hizo un análisis muy ajustado de lo que son las revoluciones, que se puede resumir en las siguientes palabras: “Las revoluciones son tiempos en que el pobre no está seguro de su honradez, ni el rico de su fortuna, ni el inocente de su vida”. Es evidente que, en este país, estamos entrando en una nueva etapa en la que aquellas demostraciones de espíritu democrático, aquellas exaltaciones del sistema de “una persona un voto” y de “ el gobierno del pueblo por el pueblo” parece que se han ido difuminando; olvidando que, un 20 de noviembre, el pueblo español, harto de un gobierno socialista que lo había conducido, entre despilfarros y errores garrafales, a una situación que ya se veía insostenibles y cuyas consecuencias no dejaban lugar a dudas de que vendrían unos tiempos en los que España acabaría por no ser dueña de su propio destino, decidió acudir a las urnas para otorgarle la confianza a un nuevo equipo en la confianza de que conseguiría poner orden donde parecía que sólo había caos.
El señor Rajoy y su ejecutivo, a trancas y barrancas y sobrepasados, en ocasiones, por el volumen inconmensurable de una herencia que no pudo recibir a beneficio de inventario y que tuvo que hacerse cargo de ella aunque, engañado por el anterior ejecutivo, tuvo que comprobar atónito que España estaba mucho peor de lo que se le había dicho y que, el déficit que se le había anunciado, no tenía nada que ver con la realidad con la que ahora se debería enfrentar. El pueblo le dio una mayoría absoluta, una carta en blanco sabiendo que el remedio pasaría por una serie de ajustes, recortes, sacrificios y penalidades que lo iban a poner a prueba. Si había pensado en un programa de rebaja de impuestos, facilidades para impulsar la economía, sanear a los bancos y cajas en una cantidad muy inferior a la que luego ha tenido que enfrentarse y poner medios para paliar la lacra del desempleo; lo cierto es que ha debido renunciar a todo ello, para centrarse en la tarea de evitar que nuestra deuda acabe por hundirnos y Europa decida prescindir de nosotros, por considerarnos un país ingobernable. Y puede que acierte.
Y, en esta situación, aquellos mismos que fueron los causantes y los cómplices de que, en el Parlamento, se aprobaran leyes insostenibles; decretos erróneos; subvenciones millonarias para sindicatos y CC.AA; regalías y enchufes para cientos de miles de enchufados y (como se está descubriendo últimamente) verdaderos agujeros de podredumbre en los que se han refocilado miles de personas a cargo de los impuestos de los ciudadanos, robando y defraudando. En esta nueva etapa, socialistas, comunistas y separatistas han decidido variar de política y lanzarse, como habitualmente se dice, al monte. Aquellas demostraciones de defensa de la democracia, ahora ya no sirven, como no sirvieron para sus compañeros de partido de los años 30. En esta ocasión el tinglado democrático, sus normas, sus valores y sus obligaciones, ya son un corsé en el que los antisistema, los del 15M, y los perdedores de las pasadas elecciones: los del PSOE, y quienes los mantuvieron en el poder durante más de 7 años, no se encuentran cómodos. Los sindicatos, en sus horas más bajas desde que sustituyeron a los Sindicatos Verticales del antiguo régimen, han perdido la confianza de los trabajadores, desde que se mostraron como un apéndice más del gobierno socialista, permitiendo que el paro alcanzara más de 5.000.000 durante las dos legislaturas anteriores, sin hacer la menor demostración de su disgusto, ante el gobierno que les cerraba la boca por medio de millones de euros.
Saben que, unos y otros, se están hundiendo, aún a pesar de que, el PP, en el Gobierno, está sufriendo el lógico desgaste de llevar una política de recortes, restricciones, supresiones de empresas públicas, reducción de salarios de funcionarios y, posiblemente, despidos de parte de ellos y muchas otras medidas que, naturalmente no son bien recibidas por quienes están afectados por ellas que, en realidad, somos todos. Pero ¡cuidado! Que hay señales inequívocas de que, lo que no se ganó en las urnas, parece que quiere conquistarse en la calle y, aquellos que nos han llevado al borde de la quiebra a toda la nación, quieren aprovecharse del descontento –olvidando que los culpables de todo ello son ellos y nadie más que ellos – van a intentar provocar lo que durante estos últimos días se está viendo, tanto en Catalunya, con las llamadas del señor Mas a pedir la secesión del Estado español; con las palabras insidiosas del señor Rubalcaba, desacreditando los esfuerzos del Gobierno y con determinadas acciones que nos recuerdan a aquellos a los que la Guerra civil nos pilló siendo muy jovencitos, pero que causó un importante impacto en nuestra niñez y en nuestra juventud, unas situaciones muy similares, una alteración del orden y unas maneras incívicas que precedieron a los crímenes, entre ellos el del señor Calvo Sotelo, que acabaron por ser los desencadenantes de la Guerra Civil.
No sé si me preocupa más la reacción de una serie de ciudadanos defendiendo a este deportista de los JJ.OO que juega en un equipo español, que ha declarado que no se siente español porque a él le pone más Els Segadors que el Himno Nacional; un grave episodio sobre el cual estamos esperando, impacientes, una reacción tajante del Comité Olímpico Español o del mismo Gobierno de la nación; expulsándolo del equipo y haciéndole regresar a “su patria” Catalunya, para que se limite a jugar una liga con los equipos de su comunidad, pero nunca en nombre de España; o la incomprensible y desafortunada actitud del individuo en cuestión. Pero, no acaban aquí nuestras cuitas y, hete aquí, que en nuestra tierra ha aparecido un doble del Ché Guevara, un sujeto impresentable que se ha puesto la ley por montera y que, ni corto ni perezoso, acompañado de sus compinches, han entrado en un supermercado y de malas maneras, abusando de la fuerza y del estupor de los presentes, se han hecho con 12 carros llenos de alimentos, con la excusa de que había “gente que pasaba hambre”. Si, señores, este impresentable alcalde de Marianela, de IU ( no podía pertenecer a otro partido) en compañía de una banda de atracadores del sindicato Andaluz de Trabajadores, con sede en Écija, no tuvo empacho alguno en olvidarse de los deberes de su cargo, de las leyes por las que nos regimos, de sus obligaciones para con los ciudadanos, para emular a José María el Tempranillo, con menos salero y, evidentemente, con menos prestancia, ya que el interfecto tiene más aspecto de atracador que de alcalde de una localidad.
En este caso, a diferencia del mencionado deportista anti español, el ministerio de Justicia parece que ha actuado con rapidez y, a pesar del disgusto de sus compinches, parece ser que ya ha sido detenido. Pero que nadie piense que se trata de un episodio menor porque es un síntoma. En Catalunya cada día se ponen más banderas esteladas en los balcones; en las calles cada vez hay más rumores de una emancipación de España y, uno, que vive en esta región, empieza a pensar que, si no se mete mano cuanto antes puede que, cuando piensen hacerlo ya será tarde. O esta es, señores, mi visión de estos preocupantes sucesos.