Dos Obispos Mártires, modelos para una Iglesia Sinodal

Diego Ventaja y Manuel Medina
La llamada a la santidad se hace presente ya desde las primeras páginas de la Biblia (Gen 17, 1). Se repite por parte de Jesucristo, el Hijo de Dios, cuando se dirige a sus discípulos para decirles: «Sed, pues, perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto» (Mt 5, 48). Aparece también como voz eclesial en el Concilio Vaticano II: «Todos los fieles… son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre» (LG 11). Y, en fin, resuena con fuerza también en el Papa Francisco al asegurar que Dios «nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada» (GE 1).
Esta invitación ha recibido una respuesta fiel y generosa por parte de innumerables discípulos de Jesucristo que han desarrollado heroicamente las virtudes cristianas, han ofrecido su vida a los demás e incluso la han entregado a Dios en sacrificio martirial. Forman un ejército incontable de testigos del amor de Dios que ilumina el firmamento y orienta nuestros pasos hacia la meta; siguen estrechamente unidos a nosotros, nos protegen, sostienen y conducen.
Beatificados en Roma por san Juan Pablo II el 10 de octubre de 1993, celebramos este año el XXX aniversario de aquel momento eclesial en el que nuestros dos Obispos mártires Diego Ventaja Milán y Manuel Medina Olmos, junto con los siete Hermanos de las Escuelas Cristianas de Almería, lucen ya en lo más alto del cielo de la santidad. Desde allí nos iluminan a los que caminamos por este mundo descreído y desorientado, convirtiéndose para nosotros en faro seguro que nos conduce a nuestra vocación primera.
Desde aquel 10 de octubre de 1993 no han cesado los actos en memoria de esos nueve beatos mártires: la identificación, después de meses de investigación y gracias a las últimas y más avanzadas técnicas, de los cráneos del beato Manuel Medina y del beato Diego Ventaja, así como algunos restos más; la edición de la nueva novena para fomentar la devoción a estos dos beatos en las parroquias de ambas Diócesis; las celebraciones eucarísticas anuales y otros eventos más.
Pero con ocasión de este XXX aniversario querría no solo traer a nuestro presente que Diego Ventaja y Manuel Medina fueron llevados a la muerte por el mero hecho de ser lo que eran, sucesores de los Apóstoles que presidían en nombre de Cristo sus respectivas Iglesias de Almería y Guadix, sino poner de relieve que si el 30 de agosto de 1936, en la localidad El Chisme, alcanzaron juntos la palma del martirio entregando su vida por la fe en Cristo, un hecho de fe y fortaleza que les llevó a ofrecer su vida perdonando y bendiciendo después de haber sufrido injurias y maltratos en la cárcel y después en la nave Astoy Mendi, fue porque su vida ordinaria estuvo impregnada de fe, de mansedumbre, de alegría, de vida eclesial y de espíritu de servicio, y así, en el momento decisivo, se transformó también en un magno testimonio de fidelidad, de audacia y de sacrificio.
No faltan seguramente noticias sobre la biografía de cada uno de ellos. Pero bien está traer a la memoria que el beato Diego José Paulino nació en Ohanes (provincia y diócesis de Almería). Una vez ordenado sacerdote en el año 1902, en Roma, donde fue becario del Colegio san José, volvió a España, y durante varios años colaboró con celo y provechoso apostolado en las Escuelas del Ave María del Sacro Monte, destacando por su ejemplar comportamiento, fidelidad a las obligaciones del ministerio sacerdotal, modestia y espíritu de piedad. Fue además confesor de numerosas comunidades religiosas y profesor del Seminario central de Granada. El venerable Pío XII lo destinó a la guía de la Diócesis de Almería, y recibió la consagración episcopal en junio de 1935. Impactaron su austeridad y sencillez de vida, su celo apostólico, la prudencia exquisita, el espíritu de servicio: en el difícil año de su pontificado visitó toda la Diócesis y se ocupó de modo especial de todo lo que afectaba a la vida de los seminaristas y a la Acción Católica, así como de la enseñanza de la Doctrina cristiana en toda la Diócesis, recomendando y viviendo él mismo singular cuidado y atenciones para la juventud estudiosa y para el bienestar material y espiritual de los pobres. Hombre de profunda cultura, con una brillante y rápida carrera eclesiástica, Diego Ventaja conservó intacta su humildad, el gusto por la vida simple y austera, la facilidad del contacto humano, la bondad que atraía a todos cuantos trataban con él. Fe y esperanza lo sostuvieron en la aceptación, en plena obediencia, del gravoso encargo del episcopado en un momento tan difícil y delicado para España; el amor de Dios, el sentido de justicia y una fortaleza invencible, le impidieron abandonar sus obligaciones pastorales; siempre caritativo y disponible para con el prójimo necesitado en aquellos tiempos de extrema penuria también para los ministros de la Iglesia; por su prudencia fue un apreciado confesor. Una humildad grandísima y ecuanimidad en el ejercicio de su cargo pastoral, unida a una labor constante y diaria que no se vieron perturbadas en los días de la persecución. En verdad, estas virtudes y cualidades humanas brillarán en manera inequivocable en el momento más difícil de la prueba suprema que fue el martirio.
Nos hará bien mirar ahora al beato Manuel, nacido en Lanteira (provincia de Granada y diócesis de Guadix). Tenía 22 años cuando fue ordenado sacerdote, comenzando bien pronto una actividad apostólica que lo vio entregado durante casi 23 años como rector del Sacro Monte, en las misiones y catequesis, al punto de ser considerado el mejor catequista español, así como en la colaboración más directa con el Rvdo. Andrés Manjón en la conducción de las Escuelas del Ave María. El 23 de mayo de 1926 fue consagrado obispo en la catedral de Granada, diócesis que gobernó hasta octubre de 1928 cuando fue nombrado Obispo de Guadix-Barza y Administrador apostólico de Almería, sustituido en este cargo por el beato Diego Ventaja en 1935. Hombre bondadoso y de gran valía intelectual, con fama de prestigioso profesor en los medios universitarios granadinos, ejemplar como sacerdote. Eran notorios su humildad y amor paternal y sacerdotal para con todos; sencillo y afable en extremo, piadoso y de una capacidad de trabajo extraordinaria: no desaprovechó oportunidad ni ocasión en que trabajar por la gloria de Dios, ocupado solo en sus ocupaciones sacerdotales. Desprendido a tal punto que vivía convencido de que jamás tendría objeto alguno de regalo y comodidad. Con sus seminaristas explicaba el catecismo a los menesterosos en las Cuevas de Guadix.
Los beatos Diego Ventaja y Manuel Medina, vinculados por una profunda amistad y estima recíproca por los largos años transcurridos juntos en el Sacro Monte, partieron juntos a la prisión y a la muerte violenta, en la noche entre el 29 y 30 de agosto, en la localidad El Chisme.
Un recuerdo agradecido va también a los siete Hermanos de las Escuelas Cristianas – martirizados Edmigio y Valerio en la noche del 30 de agosto de 1936 en proximidad del Pozo de La Lagarta, Teodomiro y Evencio el 8 de septiembre en Roquetas, y Aurelio y José entre el 12 y 13 en el Pozo de Cantavieja –. De ellos en la diócesis de Almería celebramos igualmente el XXX aniversario de su beatificación. Forman parte de esa lista interminable de los mártires de la educación católica que, en la pasada persecución religiosa, pagaron con su vida el terrible delito de haber formado cristianamente millares y millares de niños, adolescentes y jóvenes.
Ellos se presentan como imagen viva del buen Pastor que ama a las ovejas, y junto con los siete Hermanos de las Escuelas Cristianas integran esa larga lista de vidas entregadas a causa de la fe a lo largo de la historia de la Iglesia. Ellos comparten el auténtico patrimonio del mártir, el amor y el perdón. Ellos nos hablan de fe y caridad, de fortaleza y amor, de valentía y libertad. En ellos identificamos a los verdaderos evangelizadores porque con su vida y entrega martirial comunicaron y comunican la vida plena en Cristo. Ellos, nuestros beatos mártires, son ejemplo de Iglesia en salida, de caminar juntos, ejemplo de caminar junto a su pueblo y de estar en medio a él sosteniéndolo con la esperanza, ejemplo de actitud misericordiosa para con los enemigos.

María Victoria Hernández R.
Postuladora de la Causa de Canonización