La fiesta de “Las Moragas” identidad de la ciudad de Roquetas de Mar
Cuando llegué a Roquetas de Mar, allá por el 5 de diciembre de 1989, una de las primeras cosas que me ilustró mi compañera, q.e.p.d., Ana Guerrero García, Anita, quien era la funcionaria de carrera que tenía asignada en la Oficina de la Secretaría General la elaboración de las actas, fue que las fechas se fijaban no por días o meses, sino por hitos del calendario gregoriano.
Aquellos hitos eran tres y creo que siguen siendo tres, aunque como todo lo que está en movimiento tiene su casuística personalísima: Santa Ana, la Virgen del Rosario, y Las Moragas. También me nombró a San Marcos, que viví intensamente los primeros años por la tarde, tras finalizar el trabajo, acompañando al secretario municipal Guillermo Lago Núñez, y asistiendo a la tradicional fiesta cívico – religiosa, quizás más alborozada de todas por la concurrencia de animales en la procesión de alabanza.
No había oído hablar de esta fiesta cívica de “Las Moragas” hasta ese momento, o, al menos no recuerdo que le hubiese prestado atención en el solsticio de invierno; ahora es diferente ante el cúmulo de medios para dar a conocer una fecha como esta, llena de luz y emotividad por el significado historiográfico que la sustenta pasadas las generaciones de armadores y pescadores que venían de la mar, tras un tiempo alejadas con el recién pescado fresco para la venta en subasta en la lonja y que eran recibidas con alegría y gozo en la misma orilla del cálido mediterráneo por los familiares de los marineros.
Momento especial de encuentro en toda la ciudad, especialmente, en el barrio del Puerto, con los seres queridos, tras días y meses de arduo trabajo en las no siempre pacíficas aguas azules del hermoso mar mediterráneo con circunstancias en muchas ocasiones adversas, pero no había más razón para sobrevivir que poder llevar al mercado lo que la mar le ofrecía.
A continuación, el siguiente hecho se realizó años más tarde con la presencia en las propias fiestas de las moragas, en la casa del padre de una compañera de la Oficina de la Secretaría General, María José Moreno Pimentel, con la que pasamos un día primaveral con fragancias invernales. Y, entre viandas, una tarde noche entretenida de bondadosa amistad, entre idas y venidas a la playa abarrotada de gentes con lumbres para asar sardinas y también cobijarse de la humedad en estas fechas algo elevada.
Otro hecho, de este día fue, introducidos en la blanca arena que surca la playa, saludar al propio alcalde Gabriel Amat con su familia entre amistades y compañeros, un momento que siempre me perduró con el tiempo de su gran cercanía y afecto que desprendía de sus cariñosas palabras.
La impresión primera de este día tan especial para los roqueteros, es que se suma la alegría de la Navidad con la de la Lotería, junto con los propósitos para el Año venturoso que entra, salvo en años atrás que tuvimos restricciones ante el bullicio con ocasión de la maliciosa pandemia, y la salud se nos resquebrajó y otros no pudieron cumplir con su último adiós “moragando”, pero que siempre perdurarán en nuestra memoria.
Los establecimientos este día cierran antes de la hora convenida laboralmente, lo que da lugar a un tránsito de personas y vehículos de que en la ciudad se celebra un acontecimiento lúdico, cuestión que al divisar la deliciosa costa iluminada por el ocre sol invernal, desde el angular de la altura, divisas los diversos coloridos de miles de personas que hacen en esa impenetrabilidad de los cuerpos, lo más imaginativo como ciudadanos sin móviles: conversar, estrechando lazos de fraternidad, de vecindad, de amistad, haciendo ciudad y dando gracias en una fiesta pagana a la Providencia por vivir momentos inolvidables.
Finalmente, este momento, era al día siguiente elemento de coloquios entre los compañeros y amistades, de cómo había estado este día tan estrechamente ligado a los sentires de los roqueteros, seña de identidad de una ciudad que vive cara al mar durante todos los días del año por su relación turística – cultural, que ha venido a coadyuvar a ese glorioso pasado pesquero, que sigue estando en auge con las nuevas infraestructuras y equipamientos en el barrio más marítimo del término municipal, El Puerto, y por ser fuente vivificadora del alma en un municipio acogedor que siempre mira hacia el futuro: Roquetas de Mar.
-Rafael Leopoldo Aguilera-