Más trabajo, pero con menores sueldos
Las principales críticas apuntan a que no es lo que iba a ser. Se habló de un contrato único. Luego se dijo que no sería único, pero que simplificaría la maraña de más de 40 contratos, y lo único que hace es añadir un contrato más. Otros señalan que no tendrá el efecto que debiera, en el sentido que fuere, y que, por tanto, no es el “antes y después” de que habla el Gobierno.
Sí se señala que esta reforma generaliza el despido a un coste de 20 días por año, ya que en recesión es relativamente fácil cumplir el requisito de acumular tres trimestres consecutivos de caída de los ingresos. Y recordemos que no son ya 20 días, sino con un límite de 12 meses. En las actuales circunstancias, pone en bandeja a las empresas descargarse de plantillas si eso estaba en sus planes. Con todo, se apunta a que los costes de despido seguirán siendo superiores a los de Europa. ¿Desaparecerá el diferencial de tasa de paro respecto de la media europea?
Fedea, pese a que el Gobierno no ha recogido sus propuestas, acoge favorablemente la reforma. Dice Luis Garicano que “el problema clave de España es la flexibilidad interna” y Esta reforma continúa en la línea de las anteriores de incrementar las herramientas para facilitar la adaptación interna”. En primer lugar, dando prioridad a los convenios de empresa. Luego, facilita la modificación de las condiciones individuales (sometidas a control judicial ex post facto), y las reducciones de jornada. Este es un paso intermedio entre la jornada completa y el despido que puede resultar conveniente para ambas partes.
María Dolores de Cospedal, en una declaración políticamente poco conveniente pero no necesariamente falsa, ha dicho que esta reforma resta poder a los sindicatos. De nuevo, Luis Garitano: “También es muy buena la ruptura del monopolio sindical sobre la formación”, que es el monopolio sindical sobre la captación de fondos dedicados formalmente a la formación. Aunque lo que más resta poder a los sindicatos es acabar en gran medida con los convenios colectivos.
Pero el efecto que se señala con más insistencia es que contribuirá a rebajar los salarios. Lo que ocurre en el mercado laboral español es, explicado grosso modo, que hay muchos contratos laborales que, por los condicionamientos del mercado laboral, se fijan a precios (salarios) más altos que los que sería de prevalecer el mercado libre. Esa discrepancia se ajusta con el paro. Dado que esta reforma laboral da un pasito hacia la liberalización del mercado, lo previsible es menos salarios, menos paro.
De hecho, la reforma, dentro del apartado de la flexibilidad interna, ofrece un camino. Se puede variar “la cuantía salarial” por razones “económicas, técnicas, organizativas o de producción”. Y se considerarán como tales “las que estén relacionadas con la competitividad, productividad u organización técnica o del trabajo de empresa”.
En conjunto, se ve como una reforma en la buena dirección, pero no lo suficiente como para contribuir verdaderamente a crear empleo. O no, al menos, lo que necesitamos con urgencia en España.