Sánchez ha hecho la mejor campaña; pero Feijoo tiene la solución
Ahora que nos asomamos a los actos de cierre de campaña electoral, y con la angustia en el corazón de miles de candidatos porque su suerte y su futuro político dependen de apenas un puñado de votos este domingo, es la hora de valorar la calidad y utilidad de las actuaciones llevadas a cabo. En mi cuaderno personal anoto que, sin duda, la campaña más eficaz la ha protagonizado Pedro Sánchez, como si estas municipales y autonómicas hubiesen sido -y lo han sido- unas primarias de lo que ocurra en los comicios de diciembre, las generales. Pero, sin embargo, la solución de futuro podría estar en manos de Alberto Núñez Feijoo, que ha hecho una campaña mucho más convencional y quizá menos ambiciosa. Obvio: no tiene ni el ‘Boletín Oficial del Estado’ ni el atril del Consejo de Ministros, ni puede visitar la Casa Blanca con Biden de anfitrión. Pero tiene otros ases posibles en la manga.
Menos propuestas nuevas de soluciones a los problemas de cada municipio y de cada autonomía, en esta campaña ha habido de todo, desde Primo de Rivera hasta ETA, pasando por otras muchas cuestiones ‘nacionales’ y hasta internacionales: la UE ha estado muy presente en no pocos mítines. Porque, en el fondo, todos están mirando a las legislativas de este invierno, que serán así unas presidenciales… si las propuestas de Feijoo saliesen adelante, que es mucho especular.
Lo andan susurrando los dirigentes de Vox: Feijoo -que aborrece al partido de Abascal- puede plantear, ya al día siguiente de la jornada electoral de este domingo, un acuerdo al PSOE, a su tampoco muy querido presidente Sánchez, para llegar a acuerdos puntuales de gobierno y deshacerse así del abrazo de la derecha extremada. Y, de paso, que el líder del PSOE pudiese deshacerse del aliento en la nuca de sus indeseados ‘socios’ de Unidas Podemos y demás de la coalición Frankenstein. Claro que esto, hoy por hoy, no deja de ser una hipótesis interesada aventada por Abascal y sus gentes, claro.
La verdad es que Sánchez no ha dado ningún indicio de querer variar el rumbo emprendido hasta ahora con sus socios de coalición, que ha sido una coalición a palos ocasionalmente. Más bien, su política durante esta campaña llena de iniciativas legislativas, de dádivas y de tropiezos, que empezaron con la candidatura de Bildu y han concluido con el sucio ‘affaire’ de la compra de votos en Mojácar y Melilla, ha sido la de hostigar al PP en general y a Feijoo en particular. Como si, ya digo, la pelea fuese un duelo al sol entre ambos, qué problemas municipales, qué financiación autonómica ni qué pelillos a la mar. No sabría cuantificar los miles de kilómetros que los dos principales políticos del país se han metido entre pecho y espalda en los dos últimos meses, pero sé que este sábado, en la jornada de reflexión, tendrán merecido un descanso, unas horas suplementarias de sueño, unas gárgaras para aclarar la voz: se han dejado la piel, cierto. Pero ¿para qué?
Este duelo al sol carece de sentido, al menos en términos de utilidad para el electorado, que ve cómo el PP aparece como rehén del ascendente Vox y el PSOE, de Podemos, que, pese a su deriva descendente, puede dar un apoyo decisivo a los socialistas en al menos cuatro puntos importantes de la geografía nacional. Los ataques mutuos han carecido de sentido no pocas veces, desde ‘lo de ETA’ hasta las últimas especulaciones del ‘popular’ Esteban González Pons, vinculando -sin pruebas– la compra de votos en Mojácar con la de Melilla, y sugiriendo que esta es una práctica extendida en los predios socialistas.
Sospecho que va a ser difícil afirmar con rotundidad que uno u otro de los dos ‘grandes’ nacionales ha ganado claramente las elecciones. No, quien gane en Valencia no determinará el futuro de las generales. Ni lo de Sevilla, ni Cantabria, ni Castilla-La Mancha, donde, por cierto, algunos quieren situar al hombre que, en su día, puede suceder a Sánchez, en una especulación quién sabe si distópica. Creo que la carrera hacia las legislativas, que comienza este lunes, la ganará el primero que plantee un acuerdo, aunque sea mínimo, que todo el país, Frankensteins excluidos, está esperando. Y así, temo, seguiremos: esperando.
-Fernando Jáuregui-