Forjador de un ideal

La pérdida de Manuel Fraga y las innumerables reacciones de pesar y admiración que está produciendo la triste noticia nos permiten contemplar, desde una perspectiva temporal y reflexiva, el peso y el poso de su legado político. Con Fraga se ha ido, sin duda, la personalidad política más relevante de la derecha liberal y conservadora española desde los tiempos de Cánovas del Castillo. Los que hemos tenido la suerte de poder tratar personalmente a don Manuel podemos contar en primera persona la larga lista de anécdotas o circunstancias que nos unieron en lo político y en lo laboral. Sin embargo y al margen de la primera impresión arrolladora de su impetuoso carácter, tan proclive a la caricatura superficial, me gustaría destacar la capacidad del fundador del Partido Popular para aglutinar equipos, concitar esfuerzos y ponerse al frente de un impulso colectivo animado siempre por su indeclinable amor a la idea de España y por su permanente compromiso como servidor público.
Las noticias de las últimas horas me han hecho recordar todas las ocasiones en las que pude hablar con don Manuel, desde aquella impresionante primera vez en la que como jovencísimo candidato de Alianza Popular en las elecciones autonómicas de 1982 pude conocer al que ya entonces era líder de mi partido, hasta la última de ellas, cuando al agradecerme personalmente el gesto del Ayuntamiento de Almería al dedicarle una rotonda me firmó un libro que conservo en casa entre mis mejores recuerdos. Como hombre de empuje y constancia que siempre fue, aprovechó la amistad que tenía con mi padre, que había sido compañero suyo de carrera, para invitarme con una insistencia que desaconsejaba el rechazo a ser el secretario técnico del partido en Almería. El tiempo en que desempeñé esta función no sólo me permitió conocer más a fondo a mi partido, sino también conocer de cerca la inabarcable capacidad de trabajo y entrega de su fundador. Todos los que hemos trabajado con don Manuel podemos acreditar que era el primero en llegar y el último en irse. Que no desfallecía ante las dificultades, que no daba nada por imposible y que exigía a los demás lo que él mismo daba con creces: el mejor de sus esfuerzos. Sólo así pudo conseguir algo que a finales de los años setenta parecía imposible en España: crear un partido político de centro derecha de recoger las aspiraciones de una amplia mayoría de españoles identificados con un pensamiento moderado, conservador y liberal, similar a los partidos existentes en el resto de Europa. Ese partido vuelve a gobernar hoy España, respaldado además por una amplísima mayoría. Este triunfo es, en buena medida, resultado de los desvelos de un político adelantado a su tiempo, que supo combinar sin ambigüedades ni ocurrencias el legítimo sentimiento regionalista gallego como presidente de la Xunta, pero sin perder un ápice de la idea global de una España que crece unida en la diversidad constructiva.
No me gustaría terminar pensando que con Fraga se ha ido el último hombre de una especie. No sería bueno para España ni para los españoles. Nuestro país necesita -quizás ahora más que nunca- a personas que, como don Manuel, sepan hacer del servicio público una vocación inalterable en el tiempo y de la honestidad intachable un primer mandamiento de su trabajo en las administraciones. España necesita de personas que sepan recoger el testigo que nos ha dejado el ejemplo de entrega indiscutible y sin condiciones de don Manuel Fraga Iribarne. Descanse en paz.
Luis Rogelio Rodríguez Comendador
Alcalde de Almería