La Democracia Cristiana en una encrucijada

¿Dónde está la Democracia Cristiana hoy en día? A primera vista, su posición en Europa parece prometedora. Tanto la Unión Europea (UE) como el mayor partido europeo, el Partido Popular Europeo (PPE), tienen raíces democristianas. Además, el PPE ha diluido su identidad como Partido Demócrata Cristiano y el organismo internacional al que pertenece ha eliminado ‘Democracia Cristiana’ de su nombre.
¿Significa esto el fin del influyente papel de la Democracia Cristiana en Europa? No exactamente: lo que afirma el científico y politólogo Carlo Invernizzi Accetti parece cierto: ‘Cualesquiera que sean las ideologías que marcarán el panorama político europeo en las próximas décadas, lo más probable es que tengan que habitar en un caparazón institucional creado principalmente por los democratacristianos, a su imagen y semejanza’.
Este tipo de avance ha otorgado no solo a la UE sino a muchos regímenes democráticos occidentales el carácter de cangrejo ermitaño, que vive en un caparazón formado en gran parte por la Democracia Cristiana. El Manifiesto del PPE de 2021 se refiere una sola vez y de manera bastante vaga a los ‘valores democratacristianos. El grupo Internacional Demócrata de Centro eliminó ‘democratacristiano’ de su nombre en 1999.
El libro de Accetti es el relato más reciente y completo de la Democracia Cristiana y es una fuente clave para nosotros. El argumento que defiende este libro es que la Democracia Cristiana debe revitalizarse urgentemente volviendo a sus orígenes. Hay dos motivos clave para hacerlo. En primer lugar, debe haber una conexión real entre el origen de las ideas y su desarrollo para que conserven su carácter original. Sin ninguna conexión vital con el cristianismo, no hay nada que impida que las ideas nacidas de la Democracia Cristiana se transformen hasta volverse irreconocibles.
Com dice el autor Matthew N. Williams, con el tiempo, los marcos que damos por hecho serían derribados y reemplazados por estructuras que son potencialmente hostiles a los valores cristianos basados en el amor a Dios y al prójimo. Los partidos establecidos sobre una plataforma de Democracia Cristiana están perdiendo su cualidad distintiva y en proceso de asimilarse a las corrientes ideológicas predominantes. Algunos se han sumado a la corriente liberal, acogiendo su ética social y el statu quo económico en nombre de una idea “subcristiana” de ‘libertad’. Otros se han unido a la corriente nacionalista, evocando el cristianismo junto con sentimientos populistas para apoyar el ‘interés nacional’ o los valores culturales tradicionales. En ambos casos, la corriente política está dirigida por un sentido de identidad que es inherentemente contradictorio: individuo autónomo o nación soberana.
La Democracia Cristiana no solo se desconectaría de sus raíces si continúa su rumbo actual. Peor aún, se aliaría con fuerzas que son mutuamente destructivas. Por tanto, la Democracia Cristiana necesita volver a sus orígenes para ser una fuerza unificadora. Las circunstancias actuales muestran que las tendencias liberalistas y nacionalistas terminan en polarización y conflictos continuos.
En Europa, este conflicto se manifiesta con suma claridad en la salida del Reino Unido de la UE y la profunda división de la sociedad francesa. El liberalismo globalista al que pertenece la mayor parte de la élite social y política no puede eliminar las tendencias más conservadoras y nacionalistas. Varias manifestaciones de estas dos fuerzas también subyacen en gran parte del conflicto fuera de Europa actualmente, especialmente dentro de EE. UU. y entre Occidente y Rusia.
La guerra de Ucrania avanza lentamente sin un final claro a la vista. Las atrocidades cometidas por el ejército ruso son un claro recordatorio de otros capítulos oscuros de la historia europea. El estupor que sentimos está justificado y al mismo tiempo es revelador. No podemos ser testigos del sufrimiento del pueblo ucraniano y continuar ignorando el precio de este conflicto. Pero podemos profundizar e identificar un factor común que une a las partes en conflicto.
Parte del individualismo liberal es el impulso de negar cualquier asociación ‘dada’ o ‘irracional’ (aparte de la ‘humanidad universal’) para determinar su visión social. No obstante, en realidad, el liberalismo tiene en común con el nacionalismo el deseo de pertenecer a los grupos donde se nace. Las políticas de identidad tan extendidas en el liberalismo ofrecen numerosos ejemplos de identidades colectivas que no son más ‘racionales’ que la nación.
Lo que hace la Democracia Cristiana en este contexto es ofrecer un camino genuino para la paz. Afirma el deseo humano de una identidad colectiva, pero no incita a que una identidad social domine a las demás. En la visión fundamentalmente unificada de la Democracia Cristiana, hay un orden que permite que alguien pueda pertenecer a varios niveles de identidades relacionales (como la familia u organizaciones transnacionales) sin que estas entren en conflicto entre sí.
Así que, en esta encrucijada de caminos, la pregunta para la Democracia Cristiana es la siguiente: ¿cómo puede ser una fuerza positiva en la Europa actual? ¿Cómo puede desarrollar su enorme potencial para lograr una repercusión constructiva y pacífica ante una situación que se caracteriza cada vez más por el conflicto? ¿Qué puede revitalizar la Democracia Cristiana y evitar que siga asimilándose hasta finalmente desaparecer?
El pensamiento relacional (PR) se encuentra en una posición ideal para desempeñar un papel crucial en la revitalización de la Democracia Cristiana por cuatro motivos fundamentales: en primer lugar, fluye del origen de la Democracia Cristiana porque es profundamente bíblico; en segundo lugar, por tanto, apela a toda la Iglesia y es ecuménico; en tercer lugar, puede expresarse con un lenguaje y conceptos valorados universalmente; en cuarto lugar, puede aplicarse en distintos contextos y diversos niveles diferentes. Vamos a presentar a continuación el pensamiento relacional y abordaremos cada una de estas cuatro fortalezas de modo sucesivo.
-Rafael Leopoldo Aguilera-