LA GACETA.- Elena Valenciano: de telefonista en Ferraz a número dos del partido
Desde que Alfredo Pérez Rubalcaba decidiera presentarse a las elecciones generales, Valenciano ha sido la mano derecha del nuevo líder del PSOE, que la ha querido mantener a su lado en la nueva etapa que el partido afronta tras su 38 congreso.
Valenciano puso el pie por primera vez en Ferraz, la sede nacional del partido, para trabajar en su centralita telefónica a comienzo de la década de los ochenta, dados sus conocimientos de idiomas -habla perfecamente francés y se defiende en inglés-.
Era ella la que contestaba al teléfono cuando el 23 de febrero de 1981 Antonio Tejero asaltó el Congreso de los Diputados; ella fue la encargada de recoger las muchísimas llamadas que llegaban del exterior de España interesándose por los acontecimientos de ese día.
Nacida en Madrid en 1960 en el seno de una familia acomodada, hija de la “movida madrileña” de los ochenta, Valenciano no completó los estudios de Derecho y Ciencias Políticas porque desde la adolescencia ha estado entregada al PSOE, a cuya sección juvenil se afilió muy pronto.
Una pasión por la política y por su partido que tiene que compatibilizar con su principal prioridad, la familia, de la que encima vive alejada la mayor parte de la semana, ya que su marido y su hijo pequeño residen en Altea (Alicante), a donde ella se desplaza desde Madrid siempre que tiene un hueco para estar con ellos y ver también a sus perros.
Directa y muy vehemente, Valenciano es de trato fácil en las distancias cortas y muy cercana, pero también muy exigente y perfeccionista en el trabajo.
Siempre ha querido ser escritora y aunque enfrascada en las sucesivas campañas electorales, incluida la particular de Rubalcaba en su carrera a la Secretaría General, ha tenido poco tiempo para ello en el último año.
Valenciano, alumna aplicada del Liceo francés, estudió junto a Antonio Vega, del que todas las chicas estaban enamoradas, según confiesa, y esperó hasta los 40 años para tatuarse una mariposa en un hombro.
Fue un acto impulsivo, en una ocasión en la que acompañaba a su hija mayor a un establecimiento especializado en tatuajes porque la niña, que entonces tenía 16 años, quería hacerse un tatuaje, y la madre quería comprobar las condiciones higiénicas del local.
Divorciada de su primer marido y casada ahora “con un tío muy guapo”, tal y como ella no se cansa de asegurar, Valenciano se define en su perfil en Twitter, donde es una de los políticos españoles más activos, como feminista, socialista, mediterránea y madre.
Lo que no dice -y en realidad se sabe poco- es que formó parte del equipo que aupó a Josep Borrell como candidato socialista a la Presidencia del Gobierno, una muestra de que Valenciano normalmente apuesta a caballo ganador, como ahora con Rubalcaba.
Tras una larga etapa -de 1999 a 2008- como eurodiputada en Bruselas, regresó a su ciudad natal para entrar en el Congreso de los Diputados en las elecciones de 2008.
Un año antes, ya se había hecho cargo de la secretaría de Política Internacional del PSOE en sustitución de Trinidad Jiménez, y desde entonces ha mantenido esa responsabilidad, tanto que es probable que siga desempeñádola desde su nuevo cargo como vicesecretaria general.
En ese tiempo ha trabajado estrechamente con la primera secretaria de Organización, Leire Pajín, y su sucesor, Marcelino Iglesias, así como con el hasta hoy vicesecretario general, José Blanco, sobre todo en las campañas electorales que se han sucedido desde entonces.
Tanto es así que en la noche electoral de las autonómicas y municipales del 22 de mayo pasado fue la primera en dar la cara ante los periodistas para reconocer la amarga derrota.
Durante la época de Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero fue la eterna ministrable, pero las malas lenguas decían que no era “una chica ZP”, porque nunca llegó a contar con ella para asumir tan alta responsabilidad institucional.
Quienes la conocen bien aseguran que nunca la ha importado, porque donde ella se siente realmente cómoda es en el partido. Y ahí es precisamente donde se queda, eso sí, con más responsabilidades.