La vuelta a Dios de José María Rossell
Esta tarde, cuando el reloj monacal dé las campanadas de las 19:30 horas, en la Santa Iglesia y Apostólica Catedral de Nuestra Señora de la Encarnación se llevará a cabo el oficio religioso de la Santa Misa de Difuntos por la muerte que nos ha vuelto a convocar.
Y no sólo la muerte de Cristo, sino la de nuestro hermano José María Rossell Recasens. Tuve ocasión de departir con él junto a la Senadora en las Cortes Generales María del Mar Agüero Ruano y otras autoridades, que presidian la tribunal oficial de la Agrupación de Cofradías y el Ayuntamiento de Almería en un sublime Miércoles Santo en el tránsito penitencial de la Real, Ilustre y Sacramental Cofradía del Prendimiento.
Los cristianos y, como valor añadido, los cofrades, nos pasarnos la vida proclamando la muerte y la resurrección de Cristo. Nos gusta conmemorar la Pascua del Señor. Pero no acabamos de darnos cuenta de que el Señor Jesús recorrió un camino semejante al nuestro.
Hoy la muerte de nuestro hermano José María Rossell Recasens, elogiado loablemente y plausiblemente, en todos los medios de comunicación social local, autonómico, nacional e internacional por su labor de empresario al servicio del bien común de la ciudadanía desde el sector del turismo, nos ayudará a comprender, con mayor viveza, y en la realidad, el paso de Jesús, ese Jesús en su Prendimiento y Cautivo de Medinaceli que contempló esa tarde pasionista, entrada la penitencial noche del año 2000 camino de la madrugada con su Hora Santa ante la dolorosa bajo palio de la Virgen de la Merced.
¡No celebramos en vano el misterio pascual! Es Misterio de muerte y resurrección. Cristo reposa en el sepulcro del Viernes Santo en su estación penitencial de negro ruan a este templo diocesano, para que nosotros comprendamos, en la oscuridad y en la duda, que la muerte no es el final, y así lo cantamos en todos los actos militares y de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y otros institutos armados, al son de los compases musicales:
Cuando la pena nos alcanza
por un hermano perdido,
cuando el adiós dolorido
busca en la Fe su esperanza.
En Tu palabra confiamos
con la certeza que Tú
ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz.
Ya le has devuelto a la vida,
ya le has llevado a la luz
“Es bueno esperar en silencio la salvación del Señor”. Esta es la respuesta sensata a la pregunta angustiosa que nos propondrá el texto de las lecturas: “se me acabaron las fuerzas y mi esperanza en el Señor”. Muchos dudan de la resurrección. Otros cuestionan la vida eterna. Nosotros confiamos en el Señor y en su Palabra, porque “la misericordia del Señor no termina… el Señor es bueno para los que en él esperan”.
Y si el día de hoy nos recuerda con angustia la oscuridad de la muerte, recordemos que mañana amanecerá un nuevo día, lleno de alegría, donde todos podremos confesar que “este hombre era en verdad un justo”.
No, “la misericordia del Señor no termina: el Señor es bueno con los que confían en él”. Nuestro hermano difunto, José María Rossell, confió en el Señor. También él, antes de morir, exclamaría en el interior de su corazón y alma como Jesús: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Y si ahora lo contemplamos en el sueño de la muerte, creemos que mañana lo veremos resucitado con Cristo a una nueva vida.
Esta es nuestra fe. Que nos haga vivir en la esperanza de volvernos a encontrar en el banquete pascual del cielo, del cual es signo y figura el misterio eucarístico que hoy celebraremos en esta Catedral fortaleza como señal inequívoca del gozo de la Pascua.
Mientras tanto alcemos al cielo nuestras plegarias, por nuestro hermano José María Rossell Recasens y por todos los que hemos venido a acompañarlo ante el Señor de la Vida y la Esperanza en este templo catedralicio, sede episcopal del Obispo diocesano y de su cabildo de canónigos, en el paso definitivo hacia la casa del Padre.
Rafael Leopoldo Aguilera Martínez