Puteros
Para nada trato de minimizar la corrupción, esa falta de honradez cutre exhibida en todo el ‘caso Tito Berni’. Solo digo que es una corrupción puntual. Lo peor de la España ramplona y choriza ha quedado de manifiesto en este episodio para el que, aun reclamando la presunción de inocencia, espero un castigo ejemplar una vez que se hayan depurado las investigaciones, que ya van tardando. Al mismo tiempo, he de advertir que este no es un caso que pueda, ni deba, hacer caer al Gobierno, que nada tiene globalmente que ver con tan pegajoso asunto, digan lo que digan desde el lado contrario. Pero sí hay que reclamar más vigilancia por parte de los responsables de los grupos parlamentarios en Congreso y Senado, no vaya a ser que el legítimo y hasta necesario ejercicio del ‘lobbie’ se convierta, incontrolado, en una forma de chantaje y de tráfico de influencias, sospecha que ya desde hace años recayó sobre algunas actuaciones aisladas de ciertas señorías.
Creo, no obstante, que se habla más de corrupción puntual, de calzoncillos en habitaciones concurridas, que de una corrupción sistémica, mucho más extendida y dañina, mucho más susceptible de cuestionar gobiernos, como la utilización excesiva del BOE con fines electoralistas, o la falta de transparencia en los asuntos públicos, o los favoritismos y cuñadismos y, sobre todo, como el olvido de promesas. Una de ellas fue prohibir la prostitución, compromiso programático al que se llegó en el último congreso del PSOE, el 40, celebrado en la relativamente reciente fecha de octubre de 2021.
Desconozco si todos o algunos de los ‘cenantes’ con Tito Berni cobraban de empresas a las que, desde sus escaños y sus despachos oficiales, hacían clandestinamente favores: ir a cenar con alguien que a posteriori se revela como un indeseable, que es algo que nos puede ocurrir a usted o a mí, no es punible penalmente, claro, faltaría más. Irse después con prostitutas tampoco, excepto con agravantes (utilizar a menores o discapacitados o abusar de la autoridad). O sea, que casi un año y medio después de haber adquirido aquel compromiso congresual, sin duda bien intencionado, pero del que ya muchos advertimos que iba a ser difícil de cumplir, la prostitución como tal ni está erradicada ni es sancionable con penas de multa o cárcel. Pero sí moralmente: un partido que se compromete a abolir la lacra de la prostitución no puede permitir que algunos de sus miembros la practiquen, y menos aún con la profusión y liberalidad con que lo hacían, al parecer, ‘Berni y sus muchachos’.
Solamente por esto, los diputados socialistas que acompañaron estas impresentables ‘juergas’ han de ser sancionados con la pérdida de la militancia y la expulsión del grupo parlamentario, suponiendo que rechacen dejar un escaño al que tan mal representan.
Ignoro cuántos son los ‘cenantes’ que después prolongaban la sesión gastronómica con otras sesiones de diferente jaez. Muchos periodistas estamos recibiendo estos días ‘soplos’ que acusan a nombres concretos en una Cámara Baja que se ha convertido, de nuevo, en un circo, solo que esta vez de índole distinta a la pura actividad parlamentaria. No contribuiré de ninguna forma a esparcir sospechas; creo, con fundamento, que una mayoría de parlamentarios tiene por bandera la defensa de la honradez y de la integridad moral y que trabajan todo lo seriamente que les permite un sistema que incita poco a ello. Pero también me parece que hay que incrementar la fiscalización de actividades e incompatibilidades de quienes en teoría tienen como misión representarnos porque les hemos, aunque sea en listas cerradas y bloqueadas, votado.
A mí, Tito Berni y otros (presuntos, por favor) puteros no me representan. Solo por ello, aunque no hayan robado, los quiero fuera de ese arquitrabe de la democracia y de la ejemplaridad que ha de ser el Parlamento.
-Fernando Jáuregui-