Yo ya no sé si soy de izquierdas o qué
La irrupción en escena de los dos partidos extremos, Unidas Podemos y Vox, deja desamparados tanto a quienes se reclama(ba)n de izquierdas como a los que se considera(ba)n de derechas. Ambos conceptos, ya bastante diluidos en esta política ‘líquida’ que nos empapa, se han convertido ahora en simplemente confusos, inabarcables. ¿Qué es ser de derecha ahora? ¿Predicar un sistema punitivo contra el aborto, contra la eutanasia, contra el cambio de sexo, contra la liberación de la mujer? Y ¿qué es ser de izquierda?¿atacar a los empresarios simplemente por serlo, hacer aprobar una ‘ley trans’ como la que ha salido adelante, renegar de la Corona, de la OTAN, instalar la guerra de sexos? Si esto es así, que aún quiero creer que no, que paren el autobús, que me bajo.
Creo que tanto la derecha con Vox como la izquierda con las tesis más disparatadas de Podemos tienen en estos partidos a sus principales enemigos ‘internos’, que ni siquiera correligionarios. Quienes analizan más a fondo las ‘tripas’ de los sondeos advierten dos cosas: la primera, que tanto la izquierda como la derecha tienen aún pendiente la configuración de una carta de presentación coherente y definitiva a la ciudadanía. La segunda, que una franja creciente del electorado aguarda esta configuración antes de emitir su voto: no son pocos los votantes del PSOE que recelan entregar su papeleta a una posible nueva coalición que provoque un desconcierto similar al que vivimos. Y, desde luego, son muchos los partidarios del PP que ven con aprensión la posibilidad, o probabilidad, de un pacto de gobierno con el Vox posiblemente más radicalizado. Ambos, Vox y Podemos, se han manifestado capaces de ir más allá de lo que sería el sentido común en una sociedad angustiada por problemas que en parte ellos crean innecesariamente.
Y digo que tanto la derecha como la izquierda tienen que acabar de configurarse porque ni sabemos en qué acabará la izquierda-a-la-izquierda del PSOE (¿qué hará doña Yolanda Díaz? La incógnita sigue mientras ella parece deshojar la margarita) ni tampoco acabamos de ver cómo alguien que busca el centro como Núñez Feijoo podría configurar un programa de gobierno con alguien que apuntala la inflexibilidad de algunas posiciones extremas y antieuropeas como Santiago Abascal.
Virtualmente desaparecidas las formaciones de centro, que podrían haber ayudado a configurar gobiernos de centro-derecha o de centro-izquierda, y ante la evidente imposibilidad de un pacto de gobierno trasversal entre PSOE y PP ¿cuál es el panorama que nos aguarda? La incoherencia, sería la respuesta; seguir viviendo semanas locas como las transcurridas desde finales de 2022 hasta ahora (por acotar solamente un período corto); un distanciamiento sideral de los representados, la ciudadanía, hacia sus representantes; el apoliticismo como defensa del individuo y la relajación de una crítica sana hacia las tareas de la gobernación, de manera que el poder se pueda ejercer casi sin cortapisas. Una merma de lo que ha de ser una democracia, en suma.
No quisiera parecer apocalíptico, pero así es como estamos: algo muy profundo se está transformando en el alma del país. Y no para bien, precisamente. De modo que uno ya no sabe si es de izquierdas, o de derechas, o qué. Lo que uno no quisiera ser es un tránsfuga más de la lucha por un país mejor.
-Fernando Jáuregui-