SI ALGUIEN TE OFENDE…, por Ramón Bogas Crespo
Había una señora a la que le tenían mucha envidia. Casi todos los días, cuando salía a la puerta de su casa para barrer, encontraba la basura que las vecinas le dejaban en señal de desprecio. La señora no protestaba nunca. Hasta que un buen día, decidió colocar un arreglo floral delante de la puerta de cada una de ellas. En cada uno de los ramos, las vecinas encontraron un letrero que decía: “Cada uno da de lo que tiene”.
Esta pequeña historia me sirve para preguntarte (y preguntarme) cómo reaccionamos cuando alguien nos ofende o nos hace algún mal. Todos hemos tenido esa experiencia humana de sentirnos ofendidos o humillados. Y en cómo reaccionamos se juega mucho más de lo que creemos. Por eso hoy os propongo dar algunos consejos (por si sirven).
El primero y más fundamental es no perder la calma. Sé que es fácil decirlo, que todos tenemos ese “pronto” que nos hace reaccionar al instante, que cuando te hieren sale la fiera que llevamos dentro… pero necesitamos pensar, dormir, orar antes de actuar con rabia. Solo desde la calma, podremos valorar realmente lo sucedido. Si fue intencionado o fruto de un malentendido. Si merece la pena responder o hacer un elegante silencio. Solo desde un maduro reposo tendremos la perspectiva necesaria para reaccionar debidamente.
Si has decidido hablar, elige el momento, el tono y las palabras adecuadas. Es del evangelio de donde extraigo el siguiente consejo: REPRENDE EN PRIVADO, VALORA EN PÚBLICO. “Si tu hermano te ofende, repréndelo a solas… (Mt 18,15). El ámbito privado, la conversación sincera y honesta es el espacio idóneo para corregir o aclarar algún asunto. Que de nuestra boca, en público, solo salgan alabanzas y cosas “bonicas” sobre los demás.
El tercer consejo es exigir una comunicación respetuosa. Aquí sí que hay que trazar una línea roja. No se pueden dejar pasar faltas de respeto. Y, a veces, se dan, entre padres e hijos, entre los miembros de la pareja, entre compañeros de trabajo… Todo se puede hablar si se hace desde el respeto y la absoluta dignidad que toda persona tiene por ser hijo/a de Dios.
El cuarto consejo es muy personal. Deja las ironías para los cómicos profesionales. Nos hemos acostumbrado a jugar con los dobles sentidos, a utilizar el sarcasmo y la retranca. Mi experiencia personal es que las ironías las carga el diablo. Aprendamos a hablar con naturalidad, cariño y respeto.
Señor, hoy te pido que me des tu sabiduría para que mis palabras sean bálsamo y no lanza. Que no busquen enredar, sino ayudar. Que la escucha de tu Evangelio nos transforme el corazón para saber amar al hermano con hechos y palabras que sanen. Y que si alguien me ofende, sepa reaccionar A TU MANERA.
Ramón Bogas Crespo