Tierra batida

Toda generalización es, además de escasamente científica, moralmente injusta. Y así, si hablar de todos los almerienses es tan impreciso como ambicioso, lo mismo sucede al hablar de los franceses. Por tanto, ruego que no tomen esto como una descalificación global o una presuntuosa regañina colectiva. Véanlo como un desahogo. Y es que no me puedo aguantar después de ver el trato que se está dando en Francia a dos deportistas tan admirables como Alberto Contador y Rafa Nadal. Que estos dos españoles hayan ganado con gran facilidad competiciones francesas en suelo galo y que hayan evidenciado una superioridad inalcanzable para sus rivales franceses no debería significar nada en un ámbito de caballerosa deportividad. Pero la envidia y las ínfulas son malas consejeras. Y claro, en un país en donde incluso el Arco del Triunfo incluye para la posteridad alguna que otra derrota en la lista de victorias napoleónicas, no es de extrañar el desprecio a la verdad que supone el ensañamiento contra el brillante campeón del Tour, al que condenan sin que nadie haya probado su presunto delito o que luego, cerrando el círculo de la impotencia, un programa de Canal+ France parodie al gran tenista Nadal acusándole de doping. Supongo que levantar la bandera española sobre la tierra batida (y tan batida) de París es algo que provoca el soponcio de los monamís. Hasta aquí mi desahogo. Y bueno, por rematar, espero que ningún ciclista español corra este año el Tour. Que lo corran los jueces de ese infame tribunal ciclista o los tronados guionistas del programa, pero sin sillín, como probablemente les resultará más gratificante.
Supongo que levantar la bandera española sobre la tierra batida (y tan batida) de París es algo que provoca el soponcio de los monamís