EL PAÍS.- Un español entre los dos cadáveres recuperados hoy del interior del crucero
Todas las tragedias tienen su ritual, su entrega por capítulos. La noticia del accidente, su balance aproximado de víctimas, el testimonio escalofriante de los supervivientes, las rápidas especulaciones periodísticas del por qué, la lenta investigación, la galería de héroes. Entre las buenas noticias del rescate de supervivientes y la aparición de pasajeros dados por desaparecidos se suma esta tarde la recuperación de los cadáveres de dos personas mayores que, con sus chalecos salvavidas, quedaron atrapados en la parte sumergida del Costa Concordia, según ha informado la guardia costera. Estos dos cuerpos elevan a cinco la cifra de muertos en el absurdo accidente, del que aún se desconocen sus causas. A última hora de la tarde de hoy, las autoridades comunicaron a la familia mallorquina de Guillermo Gual, de 68 años, que su tío, al que todos habían buscado tras el naufragio, era uno de los dos cadáveres rescatados.
A media tarde en la Toscana habíamos entrado en el zaguán de los milagros. Hace un rato, mientras triscaba por las rocas de la costa para acercarme al barco, un helicóptero de rescate se ha acercado a toda velocidad por la proa del Costa Concordia. Una vez sobre la vertical, se ha quedado quieto como en una fotografía. Unos minutos después, muy lentamente, ha sido izada una camilla con el cuerpo de un naúfrago acompañado de un rescatista.
Enseguida se ha sabido que se trataba del último milagro. Su nombre, Manrico Giampedroni, comisario de a bordo, encerrado durante 36 horas en ese ataúd de lujo. Tiene la pierna rota, pero podrá contarlo. Los medios italianos a pie de tragedia ya se le han adelantado atribuyéndole un papel fundamental en la evacuación del barco…
Es el tercer nombre robado a la fatalidad, tras el rescate esta madrugada de una pareja de recién casados surcoreanos cuya luna de miel se convirtió en una pesadilla que duró 24 horas. Mientras, la aparición de pasajeros -como es el caso de dos japoneses que se han presentado hoy en una comisaría de Roma- ha llevado a las autoridades a reducir la cifra de desaparecidos.
A pie de puerto y rodeado de multitud de periodistas que se han trasladado a la isla de Giglio, el presidente de la región de Toscana, Enrico Rossi, ha dicho que después de “revisar el listado y eliminar las superposiciones, se ha reducido el número de personas desaparecidas. Tras la última reunión se me ha comunicado que faltan 11 pasajeros y seis miembros de la tripulación”. Ha sido un baile de cifras de desaparecidos desde que ocurrió la tragedia el viernes por la noche ante la ausencia de una lista de pasajeros confiable.
Mientras, el Costa Concordia, totalmente escorado, parece una gigantesca ballena varada. Un boquete de unos 70 metros de largo ha provocado su naufragio a pocos metros de la costa. A su alrededor navegan varias lanchas de los equipos de rescate con submarinistas cuya tarea es revisar, camarote a camarote, en busca de supervivientes como la pareja surcoreana y Giampedroni.
El Costa Concordia, que transportaba 4.229 personas, la mayoría turistas italianos, franceses y alemanes, chocó contra una roca cerca de la isla de Giglio. El balance confirmado es de cinco muertos y casi medio centenar de heridos, dos de ellos de gravedad.
El crucero, tras atracar en Civitavecchia para que los pasajeros visitaran Roma, se dirigía al puerto de Savona (norte de Italia), y desde allí tenía previsto hacer escala en Palermo (Sicilia), Cagliari (Cerdeña), Palma de Mallorca, Barcelona y Marsella antes de volver a Civitavecchia. Una semana de diversión por menos de 1.000 euros, un carrusel sinfín, un hotel flotante que se derrumbó torpemente a los pies de una isla preciosa.